Muchas de las personas que llegan a mi consulta no saben muy bien lo que les pasa, sienten mucha incertidumbre y, a veces, incluso miedo. Sin embargo, a medida que van pasando los minutos, los hombros de la persona sentada en frente de mí se relajan y comienzo a entrever una pequeña curva hacia arriba en la comisura de sus labios que, en ocasiones, consigue convertirse en sonrisa.

«Te doy el espacio que necesitas. Este es tu espacio. Este es tu momento.» Son esos los pensamientos en mi mente desde la sesión inicial hasta la final y estas, las primeras frases que digo, en las cuales creo firmemente:

No espero que hoy, al conocerme, te sientas mejor, pero lo harás conforme vayan transcurriendo las sesiones y trabajemos en equipo. En esta primera consulta no vamos a resolverlo todo. Tampoco necesito saberlo todo hoy. Así que quiero que escojas aquello que tú me quieras contar. Para mí es más importante que tú te encuentres a gusto que cumplir con un protocolo o con los apartados de una entrevista.

“Te doy el espacio que necesitas.
Este es tu espacio.
Este es tu momento”

Si decides seguir viniendo a consulta, acabarás perdiendo todo el miedo a que te juzgue. Y es que tú no vienes para que yo te juzgue ni te critique, vienes para que te ayude. De hecho, muchísimas de las cosas que te han pasado a ti me han pasado a mí. Pero no estamos aquí para hablar de mí, sino de ti. Para averiguar y resolver lo que te pasa.

Eso que te pasa lo he escuchado antes, lo cual es bueno. Quiere decir que tengo la experiencia para ayudarte y que no se trata de algo grave, aunque te lo parezca. Pero sí es importante porque lo que te pasa importa. Mi trabajo consiste en ayudarte haciendo el camino juntas/os. Muchas veces vendrás desanimada/o con frases escritas en la mente del tipo “no soy capaz” o “soy un desastre”. Y yo seguiré estando ahí y te repetiré que no eres un desastre, que sí eres capaz. Seguiremos hasta que lleguemos al final. Sea cual fuere el tiempo que nos lleve. Recuerda, por cierto, que el camino más largo es el que no se anda. Yo sé que te duele. También sé que el dolor compartido es menos dolor. Quizá no podamos hacerlo desaparecer por completo, pero lo más probable es que ese dolor tuyo sea, en todo caso, bastante menor al haber terminado la terapia.

Mientras que algunas sesiones se te pasarán volando, otras serán, precisamente, un poco dolorosas y en ellas me dirás cosas como “hoy no estoy de humor” o “hoy no me encuentro bien”. Pero todo es perfecto en consulta, todo está bien. No hay que venir de ningún modo predeterminado, lo que importa es seguir viniendo y trabajando. Para mí, cualquier emoción que sientas y cualquier pensamiento que tengas estarán bien. Al fin y al cabo, todo lo que te sucede tiene un sentido. No me voy a asustar. Tampoco me importará que llores, te frustres o enfades, pues sé que no te enfadarás conmigo. Tendrás total libertad para expresar tus sentimientos y tus emociones. Cuando los expresas delante de mí, me estás diciendo que quieres contar conmigo. Sientas lo que sientas, yo estaré siempre a gusto contigo.

También habrá momentos en los que simplemente no verás la salida. Entonces, ambas/os analizaremos lo que esté ocurriendo. Aparte de eso, me mantendré accesible para ti durante toda la intervención, entre una sesión y otra me podrás llamar por teléfono o ponerte en contacto conmigo a través de cualquier otro medio que concretemos para resolver alguna duda que te surja u otras cuestiones. Además, te recomendaré ejercicios y puede que leas cierto libro, veas una determinada película o consultes un artículo concreto en mi blog.

“Tendrás total libertad
para expresar tus sentimientos
y tus emociones”

La terapia tiene una estructura, yo sigo un mapa, pero nunca es más importante mi mapa que tú. Dispondrás de las sesiones que necesites pautadas de tal modo que no interfieran en tu vida cotidiana. Asimismo, te recordaré por teléfono o por SMS cada una de las que vayamos a tener para trabajar en equipo. Seguramente sean siempre el mismo día de la semana y a la misma hora, a fin de facilitar el que cuentes con nosotras/os en tu agenda.

Esos son los mensajes con los que me gusta iniciar el proceso terapéutico. ¿Y cómo me gusta finalizarlo? Pues mis últimas frases, pronunciadas desde el máximo respeto, se parecen siempre a las siguientes:

¿Te acuerdas de cuando te decía que teníamos que trabajar para darte de alta? Pues creo que la hora está llegando. Yo, como terapeuta, lo estoy sintiendo y creo que tú igual. Sin embargo, también siento que todavía tienes cierto miedo, pero ya ha sido mucho mayor. Tu seguridad ha crecido y ya confías más en ti que antes. Cuando camines sin mí, no estarás sola/o. Además, habrás cambiado tanto pequeños como grandes aspectos de tu vida, contarás con muchas herramientas nuevas, habrás entendido y aprendido muchas cosas que ni te imaginabas y, sobre todo, contarás contigo misma/o. Yo seguiré estando en el mismo sitio que me encontraste, aunque ya no me necesitarás.

Gracias por haber confiado en mí.»

«Beatriz es una gran profesional, su manera de ayudar incondicional, su vocación, la tranquilidad que transmite y la sensación de tener la libertad de expresarte sin miedos. Además de ayudar a cambiar en todo. Su seguridad y su profesionalidad.»

paciente anónimo, 11 de agosto de 2015